Nos fuimos despidiendo lo unos de los otros, algunos volviendo en micro, otros en avión; una experiencia que atesoramos con un derby de demolición de cerveza y asado. Las anécdotas de como despedimos a Noe con cantitos en la Estación prefiero guardarlas para los que tuvieron el disgusto de escucharnos. Ver a Vale emocionada saludando por la ventana del micro fue otro de esos momentos que le achican dos talles el pecho a uno y a la vez se lo agrandan con una bocanda de aire de sierras.
Lo que queda de un viaje así son devaríos de dos colgados que leen Osho y que han compartido un sendero. Sentados con Cristian en el fondo de la casa, nos quedamos hilando ideas, sintiendo como el tiempo pasa a doble marcha. Con un eco de arroyo cristalino que hará de banda de sonido mientras hacemos patito con unas piedras chatas sobre el agua. El cielo se cuela por entre los árboles y le saco una instantánea a ese momento para acordarme de cómo fué estar ahí, vamos repasando la lista de cosas vividas y pensamos en voz alta.
En breve llegarán el subte, la gente caminando sin rumbo por la calle, los happy hours, las semanas eternas, el calor de la ciudad, los noticieros de mal agüero. Cristina Ka, Nestor Ka, toda la comitiva de hijos de puta que harán lo imposible para dejarnos viviendo en la Somalía europea, mientras ellos se martirizan con vista a un glaciar. Las protestas, los movimientos sociales que intentan reivindicarse en la violencia, los pibes chorros, los moskitos, el dengue y el cachengue. Otros rounds esperan. La gente del Club, siempre amiga, los momentos de retrospectiva.
Charlamos un poco y nos tomamos dos mates a la vera del arroyo, esperando entregar la llave de la casa alquilada a la propietaria. Puede que el proximo año no estemos aquí, que la vida lo lleve a uno por un camino incierto, algunos volveran solos, otros de novios, otros serán un recuerdo de lo que fué el año pasado. Todos somos parte de la historia de alguien más y algo de lo nuestro queda en el semillero de los otros para dejar una cuota de inmortalidad que perdure más allá de la memoria. Los recuerdos son furtivos, por eso es mejor escribir. Para no tener que acordarse de lo que uno debería acordarse.
Todos somos el otro y el otro termina siendo parte de uno. El secreto de la amistad es poder compartir, saber apreciar eso que al otro lo hace diferente a uno y que lo complementa. Siendo pocos nos divertimos a manos llenas.
Al final es como dice Plutarco " La amistad es animal de compañía, no de rebaño"
Colton & Vegas.
Lo que queda de un viaje así son devaríos de dos colgados que leen Osho y que han compartido un sendero. Sentados con Cristian en el fondo de la casa, nos quedamos hilando ideas, sintiendo como el tiempo pasa a doble marcha. Con un eco de arroyo cristalino que hará de banda de sonido mientras hacemos patito con unas piedras chatas sobre el agua. El cielo se cuela por entre los árboles y le saco una instantánea a ese momento para acordarme de cómo fué estar ahí, vamos repasando la lista de cosas vividas y pensamos en voz alta.
En breve llegarán el subte, la gente caminando sin rumbo por la calle, los happy hours, las semanas eternas, el calor de la ciudad, los noticieros de mal agüero. Cristina Ka, Nestor Ka, toda la comitiva de hijos de puta que harán lo imposible para dejarnos viviendo en la Somalía europea, mientras ellos se martirizan con vista a un glaciar. Las protestas, los movimientos sociales que intentan reivindicarse en la violencia, los pibes chorros, los moskitos, el dengue y el cachengue. Otros rounds esperan. La gente del Club, siempre amiga, los momentos de retrospectiva.
Charlamos un poco y nos tomamos dos mates a la vera del arroyo, esperando entregar la llave de la casa alquilada a la propietaria. Puede que el proximo año no estemos aquí, que la vida lo lleve a uno por un camino incierto, algunos volveran solos, otros de novios, otros serán un recuerdo de lo que fué el año pasado. Todos somos parte de la historia de alguien más y algo de lo nuestro queda en el semillero de los otros para dejar una cuota de inmortalidad que perdure más allá de la memoria. Los recuerdos son furtivos, por eso es mejor escribir. Para no tener que acordarse de lo que uno debería acordarse.
Todos somos el otro y el otro termina siendo parte de uno. El secreto de la amistad es poder compartir, saber apreciar eso que al otro lo hace diferente a uno y que lo complementa. Siendo pocos nos divertimos a manos llenas.
Al final es como dice Plutarco " La amistad es animal de compañía, no de rebaño"
Colton & Vegas.
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